En un apartado caserío llamado
El Idilio, en la cuenca amazónica del río Nangaritza, vive desde hace muchos años Antonio Bolívar Proaño, un antiguo colono que, gracias a las inestimables enseñanzas de los auténticos habitantes de la selva, los indios
shuar, se ha convertido en uno de los más arduos defensores de estos parajes ante la continua invasión de aventureros, cazadores y comerciantes de pieles.
Ahora que ha llegado a la vejez, el protagonista se enfrenta a sus largas noches de soledad, sólo interrumpidas por sus visitas al pueblo de El Dorado, donde de vez en cuando coincide con un dentista que le proporciona el antídoto para sus horas solitarias: los libros. Así, bajo la luz tenue de su candil, Antonio Bolívar se adentrará en el fantástico mundo de las novelas de amor, lo que le hará evocar, en más de una ocasión, a su joven esposa, muerta de fiebres muchos años atrás, al poco tiempo de haberse casado.
Pero un día algo rompe la tranquilidad en ese remoto lugar: uno tras otro van apareciendo cadáveres con unas extrañas marcas sobre sus cuerpos. A partir de entonces a Antonio Bolívar le espera la misión de descubrir quién es el asesino y cuál es su móvil.